viernes, 9 de septiembre de 2011

Sobre el movimiento sindical

Entierro de los trabajadores assinados en Vitoria-Gasteiz en 1976

Desde hace algún tiempo se vienen sucediendo ataques ideológicos y políticos contra el movimiento sindical. Desde la derecha mas rancia se facilitan supuestos argumentos para desprestigiarlo. Y la realidad es que poco a poco ha calado en ciertos sectores de trabajadores. Expresiones del talante de "trabajas menos que un enlace sindical" se oyen a menudo entre amplios sectores de la población.
En fechas recientes, la ofensiva neoliberal se ha traducido en plantear la reducción de la representación obrera en las empresas.
Sin embargo, desde la posición de los que amamos, y mucho, al movimiento sindical (entre otras cosas porque hemos sido parteros de él), debemos reflexionar si hoy los sindicatos de clase responden a sus ideas básicas, a su origen luchador y reivindicativo, si no es necesaria una autocrítica que supere ciertos distanciamientos entre cúpula y base sindical, incluso con el conjunto de la clase obrera.
La poca convocatoria de las distintas manifectaciones, la "impopularidad" de algunas huelgas, su escaso seguimiento a veces, la falta de entroncamiento con el resto de la población, son sin duda aspectos, pinceladas, de que algo no funciona bien.
El concepto de "paz social" es ajeno al movimiento sindical. No puede haber paz entre clases enfrentadas, antagónicas. El capitalismo se basa en la explotación (en su sentido mas extenso) de amplias capas populares. Vive a costa de la plusvalía extraída de los trabajadores. No es posible una paz, lo mas serán treguas en las que ambas partes se rearman (ideológica, política y socialmente) para otro enfrentamiento.
Entedemos que en "la refundación de la izquierda" se debe incluir el movimiento sindical. Un análisis profundo nos desvelará las deficiencias actuales del mismo.
La llamada "independencia" de los sindicatos es una entelequia ya que se confunde y se manipula la expresión histórica "correa de transmisión".
En el mundo convulso en el que las contradicciones del capitalismo se agudizan, no se puede ser un mirlo blanco. Hay que mojarse día a día e incluso irrumpir en la vida política.
Los trabajadores son sensibles a la penetración de la ideología dominante y aunque sus sentimientos de clase le llevan rebelarse, necesitan de sus sindicatos para articular las respuestas adecuadas. Sí no, le darán la espaldas.

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