viernes, 29 de julio de 2011

La mala educación


En estos días el sector de la enseñanza está soliviantado por las pretensiones del Gobierno de Partido Popular en Madrid, presidido por Esperanza Aguirre, de recortar las tutorias en la escuela pública. Según la Asamblea por la Escuela Pública esto supondría no contratar a 3.000 profesores interinos, que se sumarían a los 2.500 del curso pasado.
Los profesores están dispuestos a movilizarse para frenar estos intentos del neoliberalismo en la educación pública, ya que los colegios concertados no se vería afectados.
Siendo esto importante, convendría aprovechar para reflexionar sobre la educación que estamos dando a nuestros niños y jóvenes. Muchos nos alarmamos por el pobre nivel de educación de nuestras escuelas y universidades, pero, ¿qué es en realidad lo que nos preocupa? ¿que usen palabrotas? Lo dudamos. La educación y la moralidad nada tiene que ver con palabras, buenas o malas, con obscenidades lingüísticas, pero sí con otras obscenidades. (Si vamos a molestarnos por alguna obscenidad, ¿por qué no comenzamos con los niños que muestran sus barrigas hinchadas porque se mueren de hambre? Barrigas mucho más obscenas que una escultura provocativa). La educación es la base de la sociedad y determina en gran medida el carácter, la manera de pensar y el comportamiento de los ciudadanos. La pregunta es ¿qué hacer?, ya que parece obvio que algo no funciona. Si no logramos forjar un cambio en la educación del ciudadano no encontraremos la elusiva paz y justicia que la mayoría deseamos, y es posible que en el futuro volvamos a quemar brujas y herejes de todo tipo. El fracaso de la educación se evidencia con el hecho que muchos conocen poco de geografía, literatura, o historia, casi nada de ciencia, y apenas comprenden un segundo idioma. Pero el mayor fracaso es que aun nos comportamos como cavernícolas ya que no se trata en última instancia de saber geografía o distinguir palabras buenas de las malas. No se trata de cambiar el contenido que forma parte del currículo del presente, y modificar las destrezas que todo ciudadano debe adquirir para defenderse en este mundo. La educación del presente sirve para la guerra pero no para la paz. En vez de educar para producir ciudadanos producimos consumidores. En vez de educar para construir comunidades educamos para construir centros comerciales. La ética prevaleciente trastoca el «eres lo que haces» por «eres lo que posees», consecuencia del craso capitalismo que define esta era. En este torbellino materialista del consumo sucumben los que no tienen ni para alimentarse, que son muchos. Más de mil millones viven en pobreza extrema y sin alimentación adecuada mientras otros se someten a dietas estrafalarias para adelgazar (también están mal alimentados). La violencia del hambre, tormento constante que debilita el cuerpo y la mente, no es tan visible como la sangre en el asfalto que nos muestran los noticiarios a diario pero es mucho más grave. Ellos son, en última instancia, víctimas inocentes de nuestro sistema educativo y de nuestros trastocados valores. Es imposible la paz en un mundo sin justicia. Es necesario producir líderes de otra talla, con la capacidad, la sabiduría y el valor para desviarnos del curso trazado que lleva al abismo. Además, en una democracia, necesitamos un pueblo educado para que pueda distinguir entre los que buscan la altura y los que son meramente lacayos del sistema. Es necesario enseñar a razonar y a cuestionar, enfatizar y estimular el pensamiento solidario y ético. Cuestionar especialmente todo lo impuesto por autoridad. Razonar y cuestionar es la base para lograr una ciudadanía que posea facultad crítica y que exija a los gobernantes la implementación de unas leyes al servicio del bien común, a pesar de los numerosos intereses que ejercen presión en sentido contrario. Todo parece tan claro, que uno se pregunta ¿cuál es el problema? La respuesta también es clara: un pequeño y poderoso sector se opone al cambio, ellos están bien. A los que ejercen el poder económico y político no les conviene un pueblo pensante, crítico y dispuesto a indignarse por la insolencia de los que mandan a otros a matar, por la insolencia de los que tiran comida mientas otros no tienen que comer. Podemos escoger entre lo mismo y mas de lo mismo, podemos cambiar la situación…si queremos y nos ponemos manos a la obra.(gracias la profesor Daniel Altshuler, cuyos textos nos han servido de gran ayuda)

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